No desciendas a Egipto.
En las Escrituras, "descender a Egipto" es un tema recurrente. Egipto solía ser un lugar de rescate en tiempos de hambruna o crisis. Abraham descendió a Egipto cuando había hambruna en la tierra (Génesis 12:10). A Jacob se le dijo: "No tengas miedo de descender a Egipto" (Génesis 46:3). José fue enviado primero a Egipto para preparar un lugar de refugio para su familia (Génesis 45:5-7). Pero a Isaac, durante su propia época de hambruna, Dios le dijo claramente: "No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré" (Génesis 26:2).
Egipto representa la provisión natural y la seguridad terrenal. Parece seguridad, estabilidad y oportunidades, pero no es la Tierra Prometida. Lo fascinante es que Dios permitió que diferentes hombres entraran en Egipto en épocas específicas. Pero cada vez, fue con un propósito y solo bajo instrucción divina.
El peligro de Egipto no es entrar. El peligro es quedarse más tiempo del permitido. Cuando te quedas más tiempo en Egipto, pasas de recibir ayuda a ser esclavizado. Egipto se convierte en una trampa. Lo que antes era un refugio temporal puede convertirse rápidamente en un lugar de esclavitud. Egipto nunca estuvo destinado a ser el destino final; no es el lugar de la promesa, solo un lugar de descanso temporal (Éxodo 1:13-14).
Hay momentos en la vida en que Dios te permite entrar en un negocio, una relación o un acuerdo, no porque sea tu destino, sino porque te sostendrá por un tiempo. Ese algo puede ser tu Egipto. Parece útil, pero no es tu herencia. El desafío radica cuando las personas hacen de Egipto su hogar y su identidad. Se vuelven dependientes de un sistema al que Dios nunca los llamó a permanecer.
Algunos reyes de Israel incluso enviaron emisarios a Egipto para pedir ayuda en tiempos de guerra (2 Reyes 18:21). Le dieron a Egipto un lugar que nunca debió ocupar. Y en el momento en que Egipto se convierte en tu fuente de ayuda en lugar de Dios, pierdes de vista su instrucción.
Al examinar cada caso de alguien que fue a Egipto en las Escrituras, notará que cada vez fue guiado por Dios. Sin su instrucción, Egipto estaba fuera de su alcance. Esto nos lleva al día de hoy. ¿Cómo se aplica Egipto a nosotros en el siglo XXI?
Hoy en día, Egipto simboliza cualquier sistema o lugar al que recurrimos en busca de seguridad fuera de la guía de Dios. Para algunos, puede ser un país. Para otros, puede ser un trabajo, un trato o un compromiso que nos hace sentir seguros. Pero la verdad es la misma: si Dios no te envió allí, no te bendecirá.
Esto es especialmente relevante para muchos en África. África es un continente repleto de recursos; sin embargo, cuando la gente quiere prosperar, suele mirar hacia Occidente. Dicen: «Si voy allí, podré ganar dinero y ayudar a mi familia». Pero la verdadera pregunta es: ¿Dios te dijo que fueras?
Recuerda, a Isaac se le dijo que no bajara a Egipto, y se quedó. Sembró en la tierra durante una hambruna y cosechó el ciento por uno (Génesis 26:12-14). ¿Cómo? Porque la prosperidad no viene de la ubicación, sino de la obediencia. Dios hace que las personas prosperen (Deuteronomio 8:18). No se trata de dónde estás, sino de quién te envió.
El Salmo 23 dice: «El Señor es mi pastor; nada me faltará» (Salmo 23:1). Si hay carencia en tu vida, observa quién te guía. Cuando sigues al Pastor, él te conduce a verdes pastos, incluso en medio de la hambruna. Puede que te envíe al oeste, o puede que te diga que te quedes donde estás.
No se trata de oportunidades. Se trata de instrucción. La Biblia dice: «Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia» (Proverbios 3:5). Mucha gente busca descanso, seguridad o dinero apoyándose en sus propios planes. Bajan a Egipto emocionalmente, no espiritualmente.
Si estás orando por tu próximo paso, ya sea mudarte, cambiar de carrera o tomar una decisión importante, no te apresures a ir a Egipto. Busca al Señor. Pídele dirección. Hay un lugar específico, una tarea específica, un camino específico que Dios ha diseñado solo para ti (Jeremías 29:11).
La obediencia a ese camino es lo que conduce a la provisión y a la paz.
Mi oración es que Dios te ayude a descubrir tu verdadera fortaleza. No está en tierras extranjeras. No está en sistemas que parecen fuertes. Está en caminar cerca de Aquel que conoce el camino. La prosperidad y la paz se encuentran en la obediencia, no en la ubicación.
Dios lo bendiga.