El legado del liderazgo: construir más allá del tiempo
Cuando David deseó construir un templo para el Señor, Dios le respondió: «No edificarás casa a mi nombre, porque has sido hombre de guerra y has derramado sangre» (1 Crónicas 28:3). Aunque a David no se le permitió construir el templo, no se apartó de la visión. En cambio, sentó las bases para su cumplimiento: reunió materiales, organizó las tesorerías y preparó todo lo que su sucesor necesitaría para construir lo que él solo podía soñar.
La grandeza de David no residió solo en sus victorias como guerrero, sino también en su visión como padre y líder. Estableció la paz en Israel y aseguró que la siguiente generación heredaría más que un simple trono: heredaría visión, estructura y propósito. Su hijo Salomón heredó un reino unido y el mandato divino de construirlo. Sin embargo, a pesar de su sabiduría, el propio hijo de Salomón no logró mantener el reino. Bajo el liderazgo de Roboam, el reino se dividió: diez tribus se separaron, dejando solo a Judá y Benjamín bajo la casa de David (1 Reyes 12:16-20).
Esta secuencia revela una ruptura generacional. Salomón dijo: «Yo era hijo de mi padre, tierno y único a los ojos de mi madre» (Proverbios 4:3), lo que demuestra que fue criado con cariño y dedicación. Pero Roboam, el hijo de Salomón, parece haber sido criado con menos guía, menos mentoría y más indulgencia que instrucción. ¿Cómo pudo el hijo del hombre más sabio tomar una de las decisiones más insensatas de la historia de Israel? ¿Será que la sabiduría no se transfirió junto con el trono?
No basta con construir para hoy. El verdadero liderazgo ve más allá del legado personal y busca la continuidad generacional. David preparó a Salomón para el trono con consejos, instrucciones y estrategia. Le dijo: «Guarda los preceptos del Señor tu Dios, andando en sus caminos… para que prosperes en todo lo que hagas» (1 Reyes 2:2-3). Esto es lo que todo padre, pastor y presidente debe entender: que el éxito no reside solo en construir, sino en criar a quienes puedan sostener y hacer avanzar la edificación después de tu partida.
África, como muchas naciones en transición, no sufre de falta de potencial, sino de falta de planificación para la posteridad. Demasiados de nuestros líderes son como Salomón: sabios en su gobierno, ricos en recursos, pero incapaces de formar un sucesor con la misma visión. El resultado son sistemas que colapsan, naciones que se fragmentan y legados que se desvanecen con el cortejo fúnebre.
La maldición, dice la Biblia, puede alcanzar "hasta la tercera y cuarta generación" (Éxodo 20:5). Sin embargo, la bendición, la sabiduría y los cimientos rectos pueden lograr lo mismo y mucho más. Proverbios 13:22 nos dice: "El hombre bueno deja herencia a los hijos de sus hijos". No solo riqueza física, sino también legado, disciplina y comprensión.
El liderazgo debe empezar a cambiar de la supervivencia del presente a la gestión del futuro. Muchos líderes africanos tienen entre 60 y 70 años, aferrándose firmemente al poder sin preparar a quienes, entre los 20 y los 30, están ascendiendo con visión, formación e innovación. Pero la herencia no se transmite sin más: se enseña, se capacita, se guía y se transfiere con intencionalidad.
Que Dios levante líderes que, como David, comprendan sus limitaciones y planifiquen en consecuencia. Que Él dé a los líderes de nuestra nación una mentalidad transgeneracional: aquellos que construirán estructuras que perduren, sistemas que sirvan a las generaciones venideras y una sabiduría que se transmita como una reliquia sagrada. Que la iglesia, la familia y el gobierno se llenen de hombres y mujeres que no solo ocupen cargos, sino que tengan un propósito.
David le dio a Salomón un trono y una visión. Salomón le dio a Roboam un trono y confusión. El resultado fue un reino dividido. El futuro de nuestras naciones depende de lo que decidamos transmitir: ¿orden o caos? ¿Sabiduría o simplemente riqueza?
Oremos por los líderes de nuestro tiempo. Oremos para que Dios les dé visión para ver más allá de su mandato. Oremos por padres, pastores y políticos que comprendan que la verdadera medida de su liderazgo no es el aplauso de su presente, sino la estabilidad de su futuro. Que construyan, no solo para sí mismos, sino para las generaciones venideras.
Dios bendiga a África.